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Malas Compañías 

La adolescencia es la etapa más influenciarle por parte de las amistades que ninguna otra por el solo hecho de necesitar pertenecer al grupo a toda costa en su proceso de maduración.

Por esta razón se entiende que preocupe tanto a los padres. A cuántos padres os suena la frase: “Desde que va con Marta, cómo ha cambiado mi hijo”. Realmente esta frase va en el buen y en el mal sentido. En el buen sentido todos estamos encantados… pero ¿Qué hacemos cuando nuestro hijo, su actitud ha ido a peor y es imposible controlar que se siga yendo con esta amistad? Ya no tiene 5, ni 7 ni 10 años; con 15 años ¿Cómo lo manejamos?.

Pero aquí viene algo peor; ¿y si es nuestro hijo el que crea la mal influencia en el otro? Los padres, en general somos muy incrédulos en aceptar ciertas realidades e incluso aún viéndolo con nuestros propios ojos, sentimos la inercia a mentirnos pensando que “no puede ser”, “que le han liado”, “ha sido siempre un buen chico”.

Aquí entran otros factores como rendimiento escolar, adicción que pueden complicar el manejo de las malas compañías.

La presión que ejerce este papel sobre el menor puede ser motivación de desafiar la autoridad y demostrar que son capaces de romper reglas estipuladas con tal de llegar a la popularidad tan valorada a esta edad.

Los sermones son mal manejo, de hecho son activadores de alimentar sus retos. La clave consiste en permanecer a caballo entre el cariño y la negociación, tocando la autoridad. Cuando los dos padres tienen buena relación el manejo conjunto es muy importante. Cuando los propios padres tienen diferencias la situación se vuelve prácticamente inmanejable ya que la manipulación del menor es su arte por encima de su bienestar. 

Lo más aconsejable, además de no rendirse, es estar acompañados por buenas herramientas comunicativas que vayan por encima de sus intereses “ególatras” y a la par de sus intereses de bienestar.

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